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martes, 14 de enero de 2014

Modalidades del Yo

Ya he hablado en otros post acerca de la importancia de integrar la personalidad para poder trascenderla y llegar a entender nuestra naturaleza espiritual.

La Psicología astrológica se basa en la psicosíntesis de Assagioli. El primer paso del proceso de la psicosíntesis es aprender a tener un yo personal fuerte y sano, esto se consigue con la integración de la personalidad tripartita, a través de la desindentificación de nuestras múltiples subpersonalidades. La finalidad es que se produzca una alineación de nuestra energía, en el centro de nuestro Yo Superior, que es el centro esencial del ser humano.

  
En Psicología Astrológica los 3 planetas principales portadores de la personalidad son Saturno (nivel físico), la Luna (nivel emocional) y el Sol (nivel mental). La integración de la personalidad tripartita se realiza a partir del planeta del yo más fuerte, y la psicosíntesis se produce en el centro esencial del ser humano, que es nuestro Yo Superior. 

Romper las estructuras de la personalidad creadas puede resultar muy duro, pero es necesario para volver a la inocencia, que es el origen de ser humano.

Según el libro “El eterno presente” de Sesha, este proceso de romper con las barreras mentales del yo se produce en cinco estados:

PRIMER ESTADO: SUEÑO
Es este el primer y más bajo de los posibles estados de experimentación del individuo. El “yo” convertido en creador de uno o varios mundos mentales, no sólo es inconsciente de su creación, sino que el caos del estado le impide verla como la sucesión continuada de entes independientes a él mismo. Nos referimos específicamente al acto onírico o estado de sueño. Allí, el “yo” crea multifacéticos nuevos “yoes” y es incapaz de reconocerlos como creación propia. En cambio, los asume como reales e independientes de sí mismo.

El estado de Sueño es el más caótico de los diversos estados que el “yo” pretende mantener.

Allí entonces, abstraído en los sones de la inconsciencia e impotente de cualquier control, se convierte en un barco a la deriva bajo la tempestad de los hábitos mentales. Olas de pensamientos se sobreponen unas a otras creando el fantasma irreal de multifacéticos objetos virtuales. El “yo”, convertido a la vez en el objeto y sujeto de la percepción, sumergido en el estado del sueño, crea el mundo onírico, pero experimenta a los objetos externos a él reales e independientes.

SEGUNDO ESTADO: PENSAMIENTO
Cuando sumergida la mente en sus propios recuerdos no le es posible al “yo” crear distancia con los contenidos mentales en forma de pensamientos, identifica a estas ideas que aparecen como cualidades de él mismo. La identificación con los pensamientos en este estado es tan intensa que el sujeto se ve a sí mismo calificado por el acontecimiento que evoca.

De tal manera que, si por ejemplo, aparecen en la esfera mental pensamientos relacionados con sucesos fatídicos, la tristeza se apoderará inmediatamente del sujeto invitándolo (o más bien obligándolo) a involucrarse y convertir a su “yo” en un ente triste. Pero si al contrario, son evocados acontecimientos de felicidad, la alegría tiñe de su propio esplendor y gozo al sujeto.

La identificación con los pensamientos y la ausencia de distancia psicológica entre el perceptor y los objetos externos generan el extremo hábito de permanecer así. Arraigado entonces en el hábito, la persona se convierte en presa de su propio pasado o de su propio futuro. En este constante caos, un pensamiento insinúa al siguiente, y éste a otro nuevo. No hay descanso ni quietud mental. No importa si hay relación entre evocaciones; lo importante es estar pensando, en qué no importa, mientras la mente esté ocupada en cualquier cosa.

Este estado impide tener una visión correcta del entorno. El mundo presente allí fuera es como una gigantesca foto en dos dimensiones. No hay profundidad, pues no está vivo, y no lo está porque el sujeto lo aviva solamente cuando sale de sí a capturarlo. De este modo, mientras esté en sí mismo, percibiendo el mundo desde dentro de su cabeza, tan sólo aviva sus recuerdos haciéndolos partícipes de una falsa realidad. Los recuerdos son como cadáveres vivientes: unos aún cálidos y buenos mozos, otros tan descompuestos que con su fetidez impregnan el apacible presente.

Los estados de Pensamiento y Sueño, suelen ser los que más frecuentemente se presentan en el diario acontecer del ser humano. Ocupan el noventa y cinco por ciento o más del tiempo diario de actividad mental. He aquí entonces la causa de lo caótico del individuo: está preso de su memoria. Intenta huir del pasado que califica como malo y suplantarlo por un futuro que considera válido. Sin embargo, ambos, pasado y futuro, son tan faltos de realidad como la vida de una foto, el color del cielo visto mientras se sueña o un acontecer que aún no llega en el tiempo.

TERCER ESTADO: OBSERVACIÓN
He aquí un estado mental desdichadamente poco frecuente para la mayoría de las personas. Su característica fundamental estriba en la clara distinción entre el observador y lo observado mediante la aparición de una mínima estabilidad y continuidad en la percepción externa.

En este tercer caso, el estado de Observación, el individuo es capaz de integrar la información externa mientras ocupa su propia realidad interior. Nota el mundo que lo rodea mientras logra ser consciente de sí mismo. El hecho de ser claramente perceptor del mundo y de sí mismo le permite al sujeto sustraerse de los objetos externos y diferenciar entre él como perceptor y los objetos como entes a conocer. De tal forma, que le es posible salir de sí para poder situarse dentro o fuera de él mismo sin perder su propia identidad.

CUARTO ESTADO: CONCENTRACIÓN
La Concentración se logra única y exclusivamente mediante una de dos vías: la ausencia total de esfuerzo psíquico en la experimentación de un hecho cualquiera o permaneciendo el suficiente tiempo en un pensamiento para cruzar su propio umbral.

El estado de Concentración es excluyente, o sea, mientras sucede es imposible tener consciencia del entorno que no hace parte de lo percibido. Este estado de abstracción de todo ente adicional que acontece en la Concentración genera en el objeto percibido una intensidad de vida y existencia que de otra forma no es posible notar. La experiencia es en un todo similar al hecho de la simple lectura de un libro, o también a todas aquellas acciones en las cuales la atención permanece fija en un objeto cualquiera.

QUINTO ESTADO: MEDITACIÓN
El estado de Meditación es el más elevado de todos cuantos es posible vivir en asociación con el mundo circundante. A diferencia del anterior, el individuo se integra con la totalidad de lo percibido y no con una parte de él. En este caso, tanto tiempo como espacio también se diluyen a causa de la continuidad y estabilidad de la experiencia y vivencia del Presente.

La Concentración se transforma en Meditación cuando el objeto observado no se asocia a nombre ni forma alguna. Allí, firme en la arrasadora percepción de la No-dualidad logra notar la maravillosa experiencia de la totalidad, en la cual se fusionan sujeto, objeto y poder de conocimiento.

Bibliografía: El Eterno Presente. La realización del Ser: un camino hacia la meditación en la acción. Sesha

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