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sábado, 31 de mayo de 2014

Los signos kármicos: Cáncer, Virgo, Escorpio y Piscis

Como ya he escrito en otra entrada del blog, nuestra carta astral es el mandala de nuestra conciencia, y representa las energías con las que se reencarna nuestra alma. En ella se pueden ver los objetivos que venimos a trabajar en esta encarnación. En torno a esas energías se va conformando nuestra personalidad y nuestro destino.

En los textos antiguos hindúes de "Los Upanishads" se dice: Tú eres lo que tu más profundo deseo es. Así como tu deseo es, así es tu intención. Así como tu intención es, así es tu voluntad. Así como tu voluntad es, así son tus actos. Así como tus actos son, así es tu destino.

El gran problema surge cuando fragmentamos nuestra personalidad, identificándonos con nuestras experiencias, pensamientos, ideas, emociones y deseos, y creyendo que somos exclusivamente eso. Integrar nuestra personalidad es el primer paso para entender que formamos parte de algo mucho más grande y más profundo, y hasta que no comprendamos eso, seguiremos atrapados en nuestra inconsciencia, errando una y otra vez en las mismas situaciones, al intentar resolver con nuestras limitadas soluciones inconscientes, nuestros enredos kármicos. Me viene a la cabeza la película de  “Atrapado en el tiempo”, En el que el actor Bill Murray, que es el protagonista, queda atrapado en un día en particular, en un pueblo recóndito de EEUU. Es exactamente el “día de la marmota”, y se despierta una y otra vez en el mismo escenario de su vida. Al principio se comporta de manera compulsiva, desconsiderada y egoísta, solo se preocupa de saciar sus más bajos instintos. Después llega a sentirse tan hastiado de estar atrapado, que intenta el suicidio, pero nada de eso funciona, ya que sigue despertándose una y otra vez en el mismo día, a la misma hora, en el mismo hotel, viviendo las mismas experiencias y encontrándose con la misma gente. Hasta que finalmente, se da cuenta de la presencia de los demás, comprueba que los demás también sufren, que también tienen sus penas y sus miserias, y es entonces cuando comienza a comportarse con ellos con verdadera empatía, ayudando sin tratar de conseguir ningún tipo de beneficio. Y de esa manera aprende a entender que sirviendo a los demás se siente mucho mejor, y que la gente le adora sin saber siquiera porque, y que él se siente en completa armonía con todo y con todos. Ya no quiere salir de ese bucle, porque siempre hay gente a la que puede ayudar, y siempre hay situaciones que puede mejorar. Esta película es un buen ejemplo de cómo funciona la transformación del hombre en humano. Cuando esta transformación acontece, empezamos a convertir nuestro karma en dharma, y es entonces cuando somos libres para entrar en otra rueda o salir de ella de modo definitivo.

Según la astrología karmica hay 4 signos que contienen una carga kármica mayor, estos son: Cáncer,  Virgo, Escorpio y Piscis; y también las casas asociadas a estos signos: la 4, 6, 8,  y 12.

Es importante verificar en nuestra carta astral si las energías de estos signos están potenciadas. Si es así probablemente hemos venido a resolver temas profundos, que pueden traernos problemas más o menos difíciles, que tenemos que ir resolviendo a lo largo de nuestra vida.  Esa es la diferencia entre alguien que parece tener una vida fácil y resuelta, y alguien que ha venido a resolver y a aprender el manejo de las energías más potentes, que se esconden en lo más profundo de su Ser.  Hay muchos niveles y muchas capas de entendimiento en una misma experiencia, y cada una de ellas nos muestra una enseñanza, ya sea más superficial o más profunda. Las enseñanzas profundas son las que nos dejan más huella. Las personas que  han venido a resolver karma, van a tener que profundizar más, y para ello necesitan entrar en lo más profundo de su alma, y solo es posible acceder al alma a través de experiencias duras o dolorosas que nos obligan a profundizar y a buscar respuestas.

Las energías de estos 4 signos están potenciadas, cuando en cualquiera de ellos, tenemos el Ascendente, el Nodo Norte, alguno de los planetas de la personalidad (Sol, Luna, Saturno), conexiones con planetas espirituales, Signos interceptados, 3 o más planetas, etc.…

Trabajar con las emociones - CÁNCER

El signo de Cáncer tiene como regente a la Luna, y la Luna representa nuestras emociones y nuestro inconsciente adquirido en los primeros años de nuestra vida. Este signo está cargado de experiencias, relaciones y situaciones vividas en el pasado, muy arraigadas en la psique y muy difíciles de cambiar. 

Las energías obstruidas en esta área pueden generar problemas de dependencia emocional y un reclamo excesivo de atención. El signo de Cáncer también nos indica el tipo de alimentación emocional que hemos recibido a lo largo de nuestra vida. La alimentación emocional está íntimamente relacionada con los alimentos físicos, por eso es muy probable que una persona o con problemas de peso o alimentación (obesidad, anorexia, alergias alimentarias, etc.), tenga también problemas en el ámbito emocional. 

El signo de Cáncer se encuentra situado en uno de los ejes angulares de las casas. Los ejes angulares cristalizan la realidad pues ayudan a fijar el espacio-tiempo matricial. En su obra Astrología esotérica, Alice A. Bailey se refiere a Cáncer como la puerta que conduce a la manifestación, es decir, el lugar en donde el alma toma forma física. En Cáncer llegamos al punto más bajo del zodíaco, lo cual simboliza el acceso al inconsciente colectivo, al espacio arquetípico y a las capas más profundas de nuestro ser.

En el libro de Louise Huber “Los signos del zodiaco” nos habla de que las energías de Cáncer nos ayudan en el proceso de integración de la personalidad en su triple expresión (física, mental y emocional): En Aries se desarrolla el cuerpo mental o de pensamientos, en Tauro el cuerpo de deseos o de sentimientos y en Géminis el cuerpo etérico o vital. En Cáncer, este proceso toma forma física. 

Recoger la cosecha – VIRGO

El karma de Virgo está relacionado con el servicio a los demás.  Virgo es un signo mutable, y como todos los signos mutables está orientado hacia el amor y la flexibilidad, pero el amor y el servicio hacia los demás deben estar libres de condiciones y exigencias.

Las personas con una configuración complicada en este signo, a menudo tienen que soportar cargas, obligaciones y penurias mayores de las que le parecen corresponder. Virgo representa la cosecha, y esto se relaciona con las fases de evolución y crecimiento, en las que la persona afronta los frutos de sus acciones. 

La espera y la maduración son las cualidades espirituales de Virgo que permiten la conexión directa con el ser interior. Las energías de Virgo nos invitan a ser prudentes, humildes, pacientes y a tener fe en la vida, entendiendo que todo llega a su debido tiempo. Saber esperar es una virtud de Virgo pero, cuando no sucede nada durante un largo período de tiempo, la fe se puede convertir en resignación, entonces Virgo puede quedar profundamente decepcionado por no recibir los frutos de su dedicación. La mejor manera de superar la decepción es tomando conciencia de que todos los procesos vitales están sujetos a los periodos de flujo y reflujo.

Otro aspecto de Virgo es que siempre se está esforzando por mantener el orden y eso le hace una persona  muy crítica, consigo mismo y con los demás. Virgo debe liberarse de las nimiedades y dedicarse a los ideales más elevados, diferenciando entre lo irrelevante y lo transcendental.

La disolución del ego - PISCIS

El signo puesto a Virgo es Piscis. La polaridad de Virgo – Piscis, en psicología astrológica, representa el eje de existencia. Virgo lucha por la superación de la existencia desde un punto de vista práctico, recogiendo la cosecha del trabajo y del servicio a los demás. Piscis sin embargo, representa el final de todo un ciclo de vida, y por tanto la disolución de nuestra personalidad. En Piscis nos queremos liberar de las necesidades terrenales. Ambos signos establecen los procesos de purificación para el sucesivo perfeccionamiento de nuestro Ser.

Según Louise Huber en su libro “Los signos del zodiaco”: Una de las notas clave de Piscis es: esclavitud o cautiverio. En la primera parte del ciclo de la evolución, cuando el alma se encarna se convierte en prisionera de la materia. En la segunda parte, después de la conversión interna, cuando el ser humano ya está en el camino de vuelta al hogar del Padre, la personalidad se convierte en prisionera del alma.

…Desciende al océano de la materia, a la oscuridad, se identifica con la forma y se olvida de su verdadero origen divino. Finalmente, a través del dolor y el sufrimiento, despierta de nuevo a su verdadera conciencia y se dedica de nuevo a los aspectos espirituales. Reconocemos que la seguridad material, el éxito, los elogios y las posesiones no nos colman porque todo lo terrestre es transitorio. Nos damos cuenta de la futilidad de todo lo material porque, cuando la muerte llama la puerta, no podemos llevarnos nada. 

… En el signo de Piscis está oculto el comienzo de la vida. En Piscis empieza a formarse la semilla de la experiencia del yo pero aún no es visible. Así como en la naturaleza los capullos todavía están cerrados mientras que en su interior late el pulso de la vida, en Piscis, las fuerzas también trabajan por dentro. En Piscis tiene lugar la preparación de lo que va a venir.

Renacimiento y muerte - ESCORPIO

El karma de Escorpio esta relacionado con el abuso y mal uso del poder. Las personas con un gran énfasis en este signo, tienen el reto de enfrentar sus deseos más profundos y oscuros para entender el gran poder que se esconde en ellos. Por eso estas personas tienen una fuerte atracción por los misterios, lo prohibido, la muerte y las revelaciones del más allá, y suelen estar en contacto con sus emociones más profundas y oscuras. 

Escorpio es el signo de la muerte y el renacimiento. La muerte esta simbolizada por el escorpión, y la regeneración representada por el águila-fénix. Estas personas suelen nadar entre estas dos contradicciones; la de seguir aferrándose a sus deseos compulsivos habituales y el deseo más profundo de acabar con todo, purificando los hábitos destructivos y construyendo a partir de las cenizas un nuevo yo. Las personas con fuerte énfasis en Escorpio, deben ser conscientes de que todo desarrollo está sujeto al ciclo vital de vida y muerte, y muerte y renacimiento, y es necesario pasar por estos procesos, para liberarse de las dependencias materiales y aprender a confiar y a vivir en la incertidumbre. 

Manejar la fuerza transformadora de Escorpio requiere mucha profundización, ya que nos pone en contacto de manera desgarradora con nuestra propia sombra, y esto requiere una gran fortaleza de carácter para reconocer y transformar nuestras limitaciones, obsesiones, egoísmos y compulsiones. Es muy típico de estas personas vivir sucesivas crisis espirituales, repletas de luchas constantes con las propias dudas, inseguridades y contradicciones, y a menudo sacudidas por dolorosas pérdidas. 

El sexo es otro de los papeles significativos de Escorpio, ya que estos nativos suelen tener dificultades en mantener la moderación en este ámbito,  por eso es muy característico encontrar casos tanto de excesos como de abstinencia. Irse hacia los extremos siempre causa desequilibrio, por eso es muy frecuente que entre estas personas haya patologías de tipo sexual y psicológico. Mantener la moderación y la correcta utilización de la energía sexual es otra de las tareas que tienen que aprender estas personas.

sábado, 24 de mayo de 2014

El planeta libre (película)

Hoy quiero compartir con vosotros una película que me impactó gratamente cuando la vi. Es una película francesa con un sentido del humor y un argumento tan inocente, pero a la vez tan profundo, que nos induce a plantearnos muchas cuestiones existenciales, pero desde una óptica más transparente y pragmática, que la que nos muestran otras películas sobre el tema mucho más complejas. 

Os aseguro que os vais a reír muchísimo, y lo más importante, después de ver la película, vais a percibir, desde una perspectiva más cómica, la dramatización existencial de vuestra propia vida, al daros cuenta del alto grado de estupidez de nuestra sociedad y nuestra propia ceguera.

En definitiva esta película nos ayuda a ver desde otro punto de vista, el tipo de sociedad en el que estamos sumidos, y nos invita a simplificar y a reírnos de nosotros mismos.


https://vimeo.com/67868544

Argumento

En un pequeño y lejano planeta, su población con apariencia igual a la humana anda por el año 6000, y esa sociedad está tan avanzada que, entre otras cosas, han prescindido hace mucho tiempo del dinero y de la dependencia de casi todos los objetos materiales. La vida promedio de esos seres evolucionados dura alrededor de 250 años, se comunican telepáticamente y sus actividades se desarrollan en un completo y armónico contacto con la naturaleza. 

En la reunión anual del planeta, donde intercambian libremente sus productos fruto del trabajo y deciden en forma comunitaria sus viajes, surge siempre la misma pregunta: "¿Alguien quiere ir a la Tierra?". Nadie se atreve a hacer un viaje a este peligroso y primitivo mundo, hasta que Mila, la hija del último hombre que visitó La Tierra, se ofrece como voluntaria.

Al llegar aterriza en París, en medio del caos urbano de la gran ciudad, y se producen todo tipo de situaciones graciosas pero que a la vez nos hacen reflexionar profundamente. En cada ocasión que Mila entra en contacto con un humano, se activan sus ondas y provocan cambios en las actitudes y comportamientos de los terrícolas gracias a un "programa suave" de desconexión. Asimismo en casos excepcionales Mila también puede activar a voluntad un "programa fuerte", el cual desconecta casi por completo al humano de su realidad terrestre.

Así a través de estas situaciones y de los ojos de alguien que no vive la cotidianeidad de nuestras actividades habituales, podemos descubrir con humor, ingenuidad y también si poseemos una suficiente dosis de autocrítica, diversos aspectos de nuestra alienada sociedad, sus distorsiones, sus contradicciones, los caminos sin salida en los que a veces transitamos, y muchas conductas aberrantes que dentro de las pautas de la civilización solemos juzgar como "normales". De igual manera la película nos ofrece un muestrario de las asombrosas cosas que pueden pasar en nuestras vidas si "conectamos" con otras realidades y otros niveles de conciencia.

Por medio del buen humor como su principal recurso, esta película invita a un excelente ejercicio para entender de qué manera y sin darnos cuenta, solemos encuadrarnos en modelos mentales y paradigmas que rigen la realidad circundante, dictándonos en forma inconsciente los parámetros de "lo que debe ser", y las pautas culturales acerca de la forma en que pensamos y actuamos.

jueves, 22 de mayo de 2014

Cuerpo Alma y Espíritu. Constitución Septenaria del Ser Humano

Para las religiones orientales, tanto el Universo como el cuerpo humano están compuestos por siete niveles de conciencia


El primer nivel es lo Físico y Vital, después viene el Astral, constituido por las emociones y sentimientos. Las emociones afectan a nuestro cuerpo físico, mientras que los sentimientos afectan a nuestra Mente concreta o cuerpo del deseo, ya que los sentimientos son elaboraciones mentales de nuestras emociones. En la Mente concreta o Mente del deseo, es donde se genera el Ego, conformado por la personalidad, y sus diferentes subpersonalidades (máscaras sociales y personales). Estos cuatro primeros niveles conforman el Ego o “yo personal”. A partir de este punto comienza la triada de la divinidad en sí, que la componen tres dimensiones: Manas o Mente Superior, Bhuddi o Alma (donde se aloja la intuición) y Atma (donde se aloja la Voluntad Espiritual). Por encima de éstas está el Logos, donde reside la Sabiduría Superior, el Supremo Universal o Dios Supremo, que lo envuelve todo y es la Fuerza de lo que todo emana.

Muchos autores han dividido el  Septenario en dos partes;  el cuaternario o personalidad conformado por el “yo inferior” con sus elementos materiales y pasionales (físico, vital, emocional y mental) y el “Yo superior”, la triada formada por el Mental superior, el Alma (intuición) y la Voluntad divina. El “yo inferior” y el “Yo superior” se conectan a través de la Mente concreta, situada en el centro del septeneario.

En libro hindú del Bhagavad-guita, donde se describen parte de las epopeyas de los dioses hindúes. El carro del guerrero Áryuna es tirado por cuatro caballos, que algunos autores interpretan como el cuaternario de la personalidad (físico, vital, emocional y mental). 

Ver entrada del Blog: El Arcano número 7

Tal vez la idea de que los caballos de Áryuna representan la personalidad, se deba a la idea hinduista de que los cinco sentidos son como caballos. Ese texto escrito en sánscrito, proviene de la Katha-upanisad (1, 3, 3-4):

ātmānaṁ rathinaṁ viddhi
śarīraṁ ratham eva ca
buddhiṁ tu sārathiṁ viddhi
manaḥ pragraham eva ca
indriyāṇi hayān āhur
viṣayāṁs teṣu gocarān
ātmendriya-mano-yuktaṁ
bhoktety āhur manīṣiṇaḥ

El alma es el pasajero, saben del cuerpo material el carro, ciertamente también.
La inteligencia sin embargo es el conductor, saben.
La mente son las riendas ciertamente también.
Los sentidos son los caballos, dicen.
Los objetos de los sentidos, hacia ellos los sentidos van.
El alma, con la mente y los sentidos ocupados disfrutan, así dicen los pensadores.

Cuerpo

Cualquier persona con un poco de consciencia, sabe que no es solo un cuerpo físico, y entiende que lo físico es solo una manifestación de los mundos sutiles. Para interactuar en lo material el Alma necesita una personalidad, esta personalidad estará conformada por la herencia (física, mental y emocional), y el conjunto de creencias y experiencias que vamos adquiriendo en el mundo exterior. La personalidad es solo un ropaje que nos ponemos cuando encarnamos en este mundo. En tanto que el hombre solo se identifique con su personalidad, continuará encerrado en la densidad, y cuanto más se identifique con la ilusión material, mayor será su sufrimiento mental y emocional. La densidad del sufrimiento, encierra a la personalidad en los arrebatos de las pasiones, yendo las emociones de un extremo a otro, y perpetuando la eterna repetición de una misma experiencia, hasta que el Alma finalmente se canse.

La personalidad

Esta compuesta por las distintas subpersonalidades o máscaras, que vamos adoptando según le convenga a nuestra personalidad. Las máscaras son solo protecciones emocionales creadas para ser aceptados por nuestro entorno. Cuanto mayor es nuestra desconexión más arraigadas estarán nuestras máscaras, hasta tal punto, que acabaremos creyéndonos y asumiendo nuestros papeles, y cuando esto ocurre, nos sentimos impedidos a cambiar (por ejemplo: no soy capaz de…, no se me da bien…, soy el tonto de la familia.., soy el líder…, soy la graciosa…) Si somos conscientes, seremos capaces de captarlas y cambiarlas. Estas máscaras adquieren distintos matices, incluso cambian radicalmente con nuestra familia, con nuestra pareja, en el trabajo, con los amigos, etc. En ocasiones hasta podemos tener subpersonalidades secretas que no mostramos a nadie, y que preferimos mantener en secreto por miedo a no encajar en la sociedad, en nuestra familia o en nuestro entorno…

La personalidad es el vehículo del cuerpo y se va conformando a partir de tres factores: herencia, creencias y experiencia. 

El Alma

En el Alma están recogidas, el conjunto de experiencias de todas las reencarnaciones que hemos tenido a lo largo de nuestra historia álmica. El Alma, es un cuerpo sutil, pero está ávida de experiencias materiales, que se perpetúan una y otra vez en la rueda de las reencarnaciones. En muchas ocasiones decimos que alguien pierde su Alma, un Alma perdida es un Alma encerrada en las rueda de las reencarnaciones, y es el propio deseo el que la mantiene encerrada en la materia. El deseo al igual que lo material, nace de la ilusión de sentirnos separados de la Fuente. El Alma desea experimentar, así como lo físico ligado a la vida, desea perpetuarse, y esto en sí no es negativo ni positivo, es algo natural que nace de la motivación de estos dos cuerpos, pero cuando nos perdemos, nos confundimos y nos identificamos con las ilusiones del cuerpo y las experiencias del Alma, quedamos encerrados en el astral y el mental. Nosotros somos lo que creamos con nuestra mente, y esta puede llegar a ser nuestra cárcel, a través de ella podemos recrear el cielo o el infierno. 

Cuando ya no tenemos el impedimento del cuerpo, el Alma se libera, pero la mente y el deseo siguen actuando. Si al morir pensamos que hemos sido malos e injustos, el Alma recreará su propio infierno en función de las creencias y deseos, si por el contrario pensamos que hemos sido justos y existe un cielo, recrearemos nuestros propio cielo a partir de nuestros deseos más profundos. 

Sin embargo, en la muerte todo límite se diluye, y entonces es cuando intuimos que los demás no son más que un reflejo de lo que nosotros somos, y que todo el daño que le hemos hecho al otro, es todo el daño que nos hemos querido hacer a nosotros mismos, pero que no nos hemos atrevido a causarnos directamente, por pura inconsciencia, y por tanto ese dolor que hemos hecho padecer a los demás, lo sentiremos en nosotros. Así mismo, también recibiremos de vuelta la felicidad dada, pues no existe nada fuera de nosotros que nos vaya a juzgar, nosotros seremos y somos nuestros jueces más severos. 

La personalidad es el vehículo del cuerpo, y el cuerpo es el vehículo del alma.

Espiritu

Si nuestro cuerpo físico estuviera directamente habitado por el Espíritu, nos desmaterializaríamos directamente, porque el Espíritu solo puede concebir la Unidad. Hace falta un gran  poder físico para poder soportar la Luz que emana del propio Espíritu. El Espíritu nunca se puede perder en lo que los hindús denominan “maya” (ilusión), porque el Espíritu si se reconoce así mismo, y sabe que la personalidad y todas las experiencias adquiridas por el Alma son solo ilusiones creadas por el deseo, que surge de la personalidad egoica. Solo el Alma puede conectarse con el Espíritu, y solo es capaz de conectarse cuando acalla a los demás cuerpos que componen la personalidad (físico, mental y emocional), y esto ocurre cuando hacemos meditación, ya que entonces el Alma es capaz de vislumbrar la Paz y la Serenidad que brotan del Espíritu, en ese estado de quietud todo se percibe en Armonía, todo esta en orden y tiene una razón de ser.

La personalidad es el vehículo del Cuerpo, el Cuerpo es el vehículo del Alma y el Alma el vehículo del Espíritu. 

La evolución de la consciencia

El Espíritu ó Supremo Universal es la Fuerza de lo que todo emana. Todo es consciencia, desde un simple mineral hasta un buda totalmente consciente de su divinidad, solo que están en distintos grados de conciencia, ya que todo emana de esta Unidad. La única manera que tiene Dios de experimentarse así mismo es dividiéndose en diferentes consciencias individuales. Es así como comienza el juego de la divinidad. Solo cuando la consciencia es capaz de reconocerse así misma a través de la mente, es cuando el hombre empieza ser consciente de su propia divinidad, entonces comienza el camino de retorno hacia la Unidad. 


lunes, 19 de mayo de 2014

LA RUEDA DEL ZODIACO

Fragmento del libro: Iniciación de Elisabeth Haich

Hoy comparto con vosotros un fragmento del libro Iniciación de Elisabeth Haich, una mujer extraordinaria, de origen húngaro, que emigró a Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, fundando con Selvarajan Yesudian la primera escuela de yoga en Europa

El orden en que suceden las constelaciones en el zodíaco es: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Águila, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis.

Todo lo que se ha solidificado en el plano material, convirtiéndose así en un fenómeno material, recorre el camino de su vida en esta rueda del zodíaco. La vida del hombre es un gran período que se divide en lapsos más pequeños—infancia, juventud, madurez y senectud--, que, a su vez, se componen de otros cada vez más pequeños: años, estaciones, meses, semanas y días.

Cada período, ya se trate de un día, de un año, o de toda una vida, transcurre en la rueda del zodíaco. El nacimiento corresponde a Aries, luego el hombre pasa por las siguientes constelaciones, alcanza la madurez en Leo y muere en Piscis, desapareciendo del plano material. Del mismo modo, un día comienza cuando despertamos de nuestro sueño, luego se desarrolla, alcanza su madurez y culminación al medio día, y sigue avanzando, pasa por diversos cambios hasta que llega la noche, acostamos nuestro cuerpo dispuestos a dormir y finalmente retiramos nuestra conciencia hacia el Yo y nos quedamos dormidos, exactamente igual que al final de la vida, cuando abandonamos definitivamente el cuerpo. Cada período se compone de inicio, desarrollo, culminación, decadencia y disolución.

Cada signo del zodíaco posee las siguientes características principales:

Aries provoca que algo aparezca en el mundo, que algo nazca. ¡Incluso cuando el momento del nacimiento no coincide con Aries! Pues todo nacimiento lleva en sí mismo la fuerza del inicio, que es independiente del mundo exterior y por ende también de las constelaciones, y a la que, tanto en la bóveda celeste como en el interior de cada criatura, llamamos Aries, Ésta es la constelación absoluta de Aries. Que está presente en toda forma de manifestación. Lo mismo ocurre con todas las constelaciones, con todas las manifestaciones y aspectos de los cuatro rostros de Dios: existe una manifestación interior, absoluta, y otra exterior, relativa.

Después del nacimiento, una criatura debe echar raíces en el nuevo ambiente que lo rodea. Esto sucede con ayuda de Tauro. La nueva criatura viviente ingiere sus alimentos y las asimila. Al hacerlo crea lazos de unión material con este mundo y empieza a alimentar su cuerpo.

Gracias al efecto de Géminis, que hace que la criatura viviente empiece a reunir experiencias, sus cambios se bifurcan como las ramas de un árbol. La criatura avanza en diferentes direcciones y adquiere conocimientos de distintos signos.

Con Cáncer se retira hacia dentro de sí mismo y trabaja con el botín espiritual que ha reunido. Empieza su formación principal.

El efecto fogoso, dador de vida, de Leo lo convierte en un ser maduro y digno. Sus fuerzas y capacidades se desarrollan y cumple su objetivo terrenal: da vida a una generación y se convierte en padre de familia.

Virgo trae la cosecha, y el hombre almacena en el granero los frutos de su actividad. En el fondo de su alma se desarrolla el niño divino: ¡El amor universal!

En la balanza de Libra se pesan sus actos; los positivos y los negativos son equilibrados. La atención se dirige hacia ambos lados, tanto hacia el terrenal como hacia el espiritual. El ser humano lleva dentro de sí estos dos mundos en perfecto equilibrio y realiza la ley interior, divina, que se encuentra por encima de todo lo relativo.

En Escorpión se llega a un gran punto de inflexión: el hombre debe espiritualizar la fuerza divina creadora, que se manifiesta como impulso vital, y ponerla al servicio de la comunidad universal. Pero esto implica que debe someter completamente su persona física. El hombre vive la muerte mística de su persona física y la resucita a la inmortalidad en el espíritu. De ahora en adelante dejará de ser esclavo de la materia; volará muy alto sobre la Tierra, en plena libertad espiritual, como el águila, como el halcón Horus.

Gracias al efecto de Sagitario, el Centauro, se transforma en un gran maestro; como el centauro mismo, se convierte en una criatura que ha salido de lo animal para alcanzar con mayor rapidez el gran objetivo, al que ahora ve con claridad. Sus pensamientos atraviesan como rayos las espesas nubes de tinieblas e ignorancia. Transmite sus experiencias a las siguiente generación.

En Capricornio, el niño divino—el amor universal—nace en el corazón del hombre. El hombre se hace idéntico al Yo divino y tiene conciencia en él. El hombre se hace como un cristal claro que deja ver al niño divino que ha nacido en su corazón. En sus palabras y acciones manifiesta el amor universal.

En Acuario el hombre vierte todos sus tesoros. Ha nacido el brillante hijo de Dios, que sobrepasa toda sexualidad. El hombre se irradia a sí mismo, es la fuerte suprema, fuerza divina espiritual. Empieza el proceso de transformación, de desmaterialización.

En la constelación de Piscis el hombre vive la reunión con su mitad complementaria oculta. Pero esto implica la disolución de la materia. El hombre vuelve a casa, a su patria celestial, a la Unidad del Todo, a Dios. Su conciencia se introduce en la omniconciencia, abandona su cuerpo y termina su vida terrenal.

Ése es el camino del ser humano, incluso cuando no alcanza el grado superior de conciencia. Los niveles de desarrollo pueden variar, pero la evolución en sí es siempre la misma.

Las constelaciones opuestas a la rueda del zodíaco se complementan la una a la otra: La fuerza poderosa e impulsiva de Aries es regulada por Libra, por la ley, que coge las riendas a las fuerzas desatadas y ciegas de Aries y las lleva al buen camino.

Tauro, la fuerza de la novia que espera, complementa y libera la fuerza vital de Escorpión.

La fuerza maternal de Cáncer que vive retirándose hacia dentro de sí mismo, complementa la irradiación cristalizadora y parturienta de Capricornio. El recién nacido forma parte de ese hogar al que se retira el cangrejo de Cáncer.

La irradiación paternal de Leo encuentra su complemento en la fuerza infantil de Acuario. El padre apoya, cuida y educa al niño.

La juventud ansiosa de saber de Géminis recibe las enseñanzas que anhela del gran maestro, Sagitario.

Virgo, la virgen celestial que lleva en su sagrado regazo al niño divino, es alimentada por el mundo místico de Piscis.

Bien, ahora ya conoces las irradiaciones de los cuatro rostros de Dios en los efectos de las constelaciones. Pero para que puedas comprender correctamente la vida del universo y las vidas de miradas de seres vivientes—incluida tu propia vida—, primero debes saber que el círculo de manifestaciones rodea con los doce centros de poder a cada punto del universo, de forma totalmente independiente de las constelaciones. Y puesto que los cuatro rostros de Dios no pueden girarse, cada constelación emite diferentes irradiaciones energéticas hacia los diferentes puntos cardinales. El carácter de estas irradiaciones es determinado por la inmutable dirección de los cuatro rostros de Dios.

Tomemos como ejemplo la constelación de Leo. Leo emite hacia la Tierra la radiación que para nosotros es característica de Leo, pero sobre los planetas que se encuentran en el lado opuesto irradia la fuerza de Acuario, hacia el oeste irradia la fuerza de Águila, hacia el este la de Tauro, hacia el nornoroeste la de Libra, etc., ¡una fuerza distinta en cada dirección, según la irradiación que corresponde a cada punto cardinal!

Ahora comprenderás que estas irradiaciones no dependen del lugar, del grupo de estrellas, sino de la dirección de la cual proceden. De la misma manera en que el viento, aun soplando desde un mismo lugar produce efectos distintos y bien determinados en cada dirección a la que sopla.

Ahora prestemos atención a otro hecho muy importante. En todo lo que se manifiesta materialmente desde su propio punto central, se encuentran los cuatro rostros de Dios irradiando desde ese punto las mismas invariables fuerzas divinas; por lo tanto, todo—ya se trate de un sol central, un sol, un planeta o una planta, de un animal, un ser unicelular o un ser humano—se encuentra en el punto central de dos ruedas: en el punto central de la gran rueda cósmica y—puesto que este punto es idéntico al propio punto central—en el punto central de su ser no manifestado, de su rueda interior.

Las irradiaciones de la gran rueda cósmica son recibidas desde fuera, las de la propia rueda son emitidas desde dentro.

Nuestra posición es idéntica a la Tierra, caída del Ser divino. La Tierra no ocupa una posición central en el universo, sino que es satélite del Sol, gira alrededor del Sol y gira también sobre su propio eje. Consecuencia de esto es que desde la Tierra vemos todo el universo al revés, como si se encontrara en el estado esencial divino; en la realidad objetiva. Vista desde la Tierra, toda la bóveda celeste gira alrededor de nosotros con todas sus galaxias, sistemas solares y planetas, pero en realidad sucede exactamente lo contrario. No es que la bóveda celeste gire alrededor de nosotros sino que la Tierra gira trazando un pequeño círculo alrededor del Sol; y, junto con nuestro Sol y sistema solar, gira trazando un círculo mayor alrededor de una gran estrella; y todo el sistema de esta estrella traza un círculo aún más grande alrededor de un sol central y así, sucesivamente, en círculos y sistemas planetarios cada vez más grandes, hasta el infinito. Tampoco la vida de los planetas y sistemas planetarios es más que un movimiento giratorio evolutivo por las ruedas de los cuatro rostros de Dios, por el zodíaco. Pero presta mucha atención a lo que voy a decir ahora: todo fenómeno, sin importar en qué parte del universo se encuentre, lleva dentro de sí tanto a la rueda cósmica como a la pequeña rueda personal, lo mismo si este fenómeno es un ser unicelular, que si es una planta, un animal, un ser humano o un planeta. ¡Esto te parecerá evidente si has comprendido que todo punto del universo irradia los mismos doce niveles de manifestación de los cuatro rostros de Dios, sin que éstos puedan modificar su posición!

Las irradiaciones energéticas que recibimos de la gran rueda cósmica nos llegan desde fuera y por eso vemos ese círculo invertido, como la imagen especular del estado esencial divino.

Puesto que, vista desde la Tierra, la bóveda celeste se encuentra en constante movimiento, también varia la relación de las irradiaciones que la Tierra recibe de las incontables estrellas del universo, que también se mueven en la gigantesca rueda cósmica. Pero todo fenómeno—y por lo tanto también el ser humano—lleva dentro de su propia rueda una estructura energética individual formada por las mismas fuerzas creadoras que las estrellas irradian en el universo. En el momento del nacimiento estas dos estructuras son idénticas. Pues has de saber que ¡una criatura sólo puede nacer en el instante en que la estructura energética de la bóveda celeste, en la gran rueda cósmica, está en absoluta armonía con la estructura energética de la propia rueda individual!

Hasta el final de su vida, actúan sobre el hombre nuevas impresiones, nuevas vivencias y las influencias más diversas. Con las experiencias que el hombre reune a lo largo de su vida cambia en gran medida su propia constelación interior. Algunas fuerzas se desarrollan y otras pasan a un segundo plano, según reaccionen ante los actos y vivencias de la persona.
La constelación interior que una criatura viviente posee en el momento de su muerte se queda grabada en su alma, y esta alma no puede volver a reencarnarse hasta que, en sus constantes movimientos, la bóveda celeste vuelva a mostrar la misma constelación. Así, algunos seres humanos vuelven a reencarnarse poco después de su muerte, mientras que otros, por el contrario, tienen que esperar milenios hasta que la bóveda celeste muestre la misma constelación que posee su alma.

Todas las criaturas vivientes que nazcan en el mundo tridimensional en cualquier momento de la eternidad, nacerán con la misma constelación interior que poseían en el momento de la muerte de su vida anterior. Así pues, la constelación de la muerte de la vida anterior y la constelación del nacimiento de la vida siguiente son siempre absolutamente idénticas. Por el contrario, la constelación del nacimiento y la constelación de la muerte en una misma vida nunca son idénticas, puesto que la criatura se transforma al vivir nuevas experiencias. Sin embargo, toda la criatura viviente—y por lo tanto también el ser humano—lleva a lo largo de toda su vida la imagen de la constelación del momento de su nacimiento, que está contenida en su rueda individual, oculta bajo las sucesivas transformaciones y desarrollo de su carácter.

De modo que cuando quieras determinar las fuerzas que han formado a un ser vivo y actúan en su alma, en su cuerpo, en todo su ser—y por lo tanto también en su destino—, debes calcular la situación de las estrellas en su momento de su nacimiento.

Debido al constante movimiento de la bóveda celeste surge un desfase entre las dos ruedas, la cósmica y la individual. Los centros energéticos de la rueda cósmica que irradian fuerzas—las constelaciones, estrellas y planetas—, y los centros energéticos ocultos de la rueda individual, idénticos en el momento del nacimiento, se van separando lentamente unos de otros, aunque pasado un tiempo pueden volver a acercarse; por eso algunas veces sucede uniones favorables, estimulantes y armónicas, y otras veces aparecen interferencias poco propicias o tensiones disonantes. Es también por eso que los seres vivos presentan algunas veces cualidades armónicas, positivas, y otras veces muestran características disonantes, negativas. Y como el destino es la imagen especular del carácter y la consecuencia de los actos, la vida da giros a veces favorables y otras veces poco propicios.

Todas las formas de vida están sometidos a estas fuerzas, sólo existe una criatura viviente que posee la posibilidad y la capacidad de dominar estas energías y fuerzas—que actúan en el universo, en su propio ser y en su destino—y dirigirlas a su gusto: el ser humano. ¡Pero puede hacer esto únicamente cuando adquiere conciencia de estas fuerzas, las reconoce dentro de sí mismo y las domina!

En tanto el hombre no reconoce estas fuerzas dentro de sí mismo, se encuentra tan en sus manos como cualquier otra criatura inconsciente que, conectada directamente a estas fuerzas creadoras, es llevada ciegamente por ellas. Únicamente el ser humano que consigue conocerse a sí mismo, tiene la posibilidad de elevar su conciencia por encima de estas fuerzas y, en lugar de dejarse arrastrar por ellas, dominarlas o, alterándolas dentro de sí mismo, dirigirlas ya completamente transformadas. Pero si el ser humano puede alterar dentro de sí mismo las fuerzas creadoras, entonces también es capaz de transformar las fuerzas que rigen su destino y, por ende, es capaz de dominar su destino.

Ahora comprenderás por qué es importante y necesario que conozcas y aprendas a dominar dentro de ti las fuerzas irradiadas por los cuatro rostros de Dios. Cuando te des cuenta de que solamente tu cuerpo y la parte material de tu ser están formados por esas fuerzas y que tu Yo divino se encuentra por encima de ellas y posee la capacidad de dominarlas, entonces podrás recuperar el gobierno de esas poderosas fuerzas creadoras; el gobierno que perdiste al nacer en la materia. Entonces podrás liberar a tu Yo, que dentro del cuerpo está crucificado en los dos grandes maderos del mundo material y tridimensional, ha sido expulsado en el inconsciente y está sometido al dominio de la muerte; podrás liberarlo, despertarlo de su muerte aparente y volver a sentarlo sobre su trono. Éste es el secreto que simboliza la cruz donde cuelga crucificada la figura divina del segundo aspecto de Dios, el principio creador que se reviste de materia y asume las características del mundo material para darle vida y realizar durante eones el gran sacrificio y la gran obra: manifestar la totalidad del espíritu a través de la materia, para así espiritualizar la materia.

-La Tierra y sus habitantes todavía no poseen conciencia de las fuerzas que la Tierra recibe del cosmos, y por lo tanto no pueden dominar y transformar a su gusto esas fuerzas.

La Tierra está recibiendo constantemente las irradiaciones del cosmos, flota en esas ondas de energía. Todo lo que sucede sobre la Tierra es reacción directa y eco de esas ondas. El Sol intensifica considerablemente las vibraciones de aquella constelación en la que se encuentra, y con la cual irradia energía hacia la Tierra. El inicio de las cuatro estaciones del año está relacionado con esto.

Los movimientos de la Tierra producen la impresión de que la bóveda celeste no sólo se mueve alrededor de nosotros, sino que además hace otros movimientos más importantes de la Tierra es aquel en el cual el eje terráqueo describe la superficie de un cono. Uno de los extremos del eje permanece siempre en el mismo lugar, mientras que el otro describe un círculo. Mediante este movimiento de la Tierra el punto vernal avanza lentamente a lo largo de la rueda cósmica, aunque visto desde la Tierra parece que es la rueda la que se mueve.

El tiempo que necesita la Tierra para completar este recorrido en forma de cono, es decir, el tiempo que tarda el punto vernal en dar la vuelta alrededor del zodíaco, corresponde a 25.920 años terrestres. A esto lo llamamos un año cósmico. Dividiendo este número entre doce obtenemos un mes cósmico—2160 años terrestres—, el tiempo que necesita el punto vernal para pasar de una constelación del zodíaco a la siguiente.

Las vibraciones procedentes del cosmos ejercen tal efecto sobre la Tierra que incluso influyen en la historia terrestre; las ideas directrices de la religión, la ciencia y el arte son causadas por la irradiación de aquella constelación en la cual se encuentra el punto vernal durante un determinado mes cósmico. Los espíritus encarnados en la Tierra—la humanidad—siempre deben hacer realidad la nueva época y confirmarse en las ideas de ésta.

viernes, 16 de mayo de 2014

La Justicia


La carta de la Justicia tiene una espada levantada en la mano derecha, mientras que en la mano izquierda sostiene una balanza. La espada en la mano derecha hace alusión a un corte con los acontecimientos pasados (la derecha es el pasado), es la hora de hacer balance para encontrar el equilibrio. La Justicia marca un antes y un después, simboliza la ley del karma que nos muestra la “recolección de la cosecha”. El numero 8 de La Justicia cierra un ciclo, ya que en esta carta comienza un segundo septenario. El siete cierra un ciclo en el ocho, y es hora de recoger todo lo que hemos ido aprendiendo en ese ciclo para recomenzar otro, por eso la carta que sigue a La Justicia es El Ermitaño (número 9), que personifica la sabiduría y la soledad en la que vivimos esa sabiduría, ya que es única y exclusiva de cada uno.

La espada nos indica que nada se escapa a la ley de causa efecto, toda decisión tomada en el pasado tiene su consecuencia.

La balanza es el símbolo universal de la Justicia. En astrología la balanza corresponde al signo de Libra, signo regido por el planeta Venus, que rige la armonía. La desarmonía y el caos no pueden reinar de manera permanente pues todo en el Universo es información, la información es orden, y por tanto todo caos lleva inevitablemente al orden. Cuando algo es caótico es porque hay un cambio y una nueva reorientación, y esto es lo que nos indica la balanza, no hay ningún acto que no tenga su consecuencia.

La imagen de la Justicia es un símbolo que aparece en muchas culturas, con representaciones similares. En nuestra sociedad, la justicia de los tribunales institucionales, está representada por una imagen similar a La Justicia del Tarot, la diferencia es que esta justicia tiene los ojos tapados y la espada suele ser representada hacia abajo. La imagen de la diosa de la Justicia, que se utiliza hoy en día como símbolo de los tribunales de justicia humanos, tiene su origen en la mitología griega,  la diosa de la justicia griega era la diosa Temis.

La representante de la justicia humana tiene los ojos tapados, se dice que eso simboliza su imparcialidad, sin embargo, yo creo que simboliza la ceguera de la justicia humana, que no es capaz de ver la totalidad y solo se centra en lo inmediato. Sin embargo, la Justicia Divina va más allá, no juzga de la misma manera en que lo hacemos los hombres. La Justicia Divina se centra en las causalidades; la llamada ley de la causa=efecto, y solo una conciencia iluminada puede vislumbrar más allá de la causa en su totalidad.

En la carta de la Justicia se puede ver un circulo en el centro de su corona, este círculo representa el tercer ojo, el ojo de la percepción y la clarividencia, que es capaz de trascender el tiempo y el espacio. El tercer ojo, es el ojo del alma y el conocimiento superior, y es con el que desarrollamos nuestra capacidad extrasensorial. Este ojo, situado en la glándula pineal, se suele activar en la meditación y cuando estamos soñando, ya que la glándula pituitaria se asocia a los ciclos diarios de luz y oscuridad. 

La Justicia mira de frente al presente, no a su derecha (pasado) o a su izquierda (futuro). La Justicia nos muestra que el poder siempre está en el presente, en el aquí y ahora. El poder para trascender el karma siempre está en el presente, y solo si aceptas tu experiencia presente, y actúas a través de “La Recta Acción.”, podrás cambiar tus ciclos repetitivos y kármicos (ver: La Rueda de la Fortuna. El Samsara, el Karma y el Dharma).

La Justicia parece tener detrás unas alas, como la Diosa Maat, estas alas representan la Justicia Divina.

De su cuello cuelga una soga, simbolizando la atadura al karma. La Justicia nos ata a las consecuencias de nuestros actos. Solo cuando podemos entender la dualidad somos capaces de trascender nuestro karma. El deseo es lo hace que nos proyectemos hacia la materia y es lo que nos ata irremediablemente al karma, y el karma forma parte de nuestro aprendizaje. No hay nada externo que imparta justicia, nosotros somos nuestro propio juez, ya que en nosotros está implícito lo humano y lo divino, y siempre atraemos a nuestra vida las experiencias que necesitamos aprender. 

Temis la diosa griega de la Justicia 


A veces Temis era representada con un León, haciendo alusión de que para administrar justicia se necesita fuerza, símbolo del León, por eso en algunas cartas del Tarot más modernas, se ha sustituido la carta de La Justicia por la de La Fuerza, ya que La Fuerza y La Justicia están estrechamente unidas, pues las dos representan la ley de la recurrencia; La Fuerza tiene el símbolo del infinito encima de su cabeza, mientras que La Justicia ocupa el número 8, que es también la representación del infinito, la lemniscata, que establece la naturaleza eterna de la Divinidad. Sin embargo, yo pienso que en La Fuerza se inicia el ciclo creativo, mientras que en La Justicia se cumple con un ciclo creativo (ver: Los Arcanos I y XI del Tarot y su relación con el proceso creativo del 1 y el 11).

Maat la diosa egipcia de la Justicia 

En la Mitología egipcia, Maat era la Diosa de la verdad y la justicia. Al igual que Temis, Maat lleva una balanza, pero la espada no aparece en su simbología. Junto a ella el dios egipcio Thot (Hermes o Mercurio), mensajero de los dioses y escriba, ayuda a impartir la Justicia Divina. Sin embargo aquí podemos encontrar cierto paralelismo con la espada, ya que el dios Thot representa la palabra y el pensamiento, y en el Tarot estos conceptos están representados por las espadas.

Maat representa el principio divino del armonía cósmica, que mantiene en equilibrio la causa y los efectos. Es representada como una mujer con alas, sobre su cabeza una pluma de avestruz en posición vertical. Las alas simbolizan lo sutil, las plumas apenas pesan, mientras que normalmente, solemos cargar en nuestra vida con una gran mochila mental y emocional, y eso es lo que hace pesarosa nuestra existencia. Cuando un ser humano muere, Thot coloca en el platillo de la derecha de la balanza de Maat, su corazón, mientras que en el platillo de la izquierda, coloca la pluma de Maat. Si el corazón y la pluma están en equilibrio, quiere decir que ha habido un equilibrio entre lo aprendido y lo que se necesitaba aprender en esa existencia. Si el corazón pesa más que la pluma, el individuo tendrá que pasar un tiempo en el purgatorio para limpiar su alma, antes de pueda entrar en el Paraíso.

Es indispensable despertar la conciencia, porque seamos ignorantes o no, el karma debe pagarse. La Diosa Maat, conoce todos los pensamientos, sentimientos y acciones de cada uno de los seres humanos, porque está dentro de cada uno de nosotros. En última instancia nosotros somos nuestro propio juez. Maat está en el interior de nuestra psiquis como una de las partes del Ser.

El número 8

El número 8 que tiene La Justicia, es el sendero de todos los ciclos evolutivos y este movimiento también aparece en la vara de Mercurio, el caduceo, símbolo del Logos, de la Creación y del Verbo (Universo Mental: “Todo es Mente”), que se convierte en el principio universal del Cosmos. La espada de La Justicia es también una representación de la palabra y lo mental, pues en la simbología del Tarot las espadas representan lo mental. La mente es realmente la que establece nuestro karma, pues la mente está continuamente creando, y todo lo que se materializa primero pasa por la mente de quien lo materializa.

En las barajas de cartas podemos ver este proceso, que primero se inicia en lo mental=espadas, sigue con lo emocional=copas, la acción=bastos y finalmente la materialización=oros. Este proceso de cuatro, representa la actividad en los planos externos del materialismo, sin embargo se necesita la conciencia para arrastrar estas fuerzas cuádruples hacia la esfera del ocho.  

El ocho es también la octava superior. En el 8 se reúnen lo negativo y lo positivo, las dos varas que se van entrelazando para formar el equilibrio en la circulación de la fuerza vital. Esta Fuerza es la que imprime la vida en cada organismo vivo (el ADN).

El octavo signo del zodiaco es Escorpio, es símbolo de la muerte y la inmortalidad. Escorpio y el Águila (ó Ave Fénix) simbolizan el mismo signo, en lo inferior y lo superior respectivamente; mientras Escorpio es la muerte, el Águila ó Ave Fenix es la renovación.

El Dragón y la serpiente también están relacionados con el 8, por lo que tiene su significado cíclico y transformador.

La octava letra del hebreo Hod significa esplendor, que es la condición de un “Nuevo Orden”, que aparece después de cumplirse y completarse el ciclo del 7. 

En definitiva, el 8 representa las Leyes de la Causalidad y del Renacimiento.

domingo, 11 de mayo de 2014

El mito de las Edades del hombre (2ª parte)

Según Helena Blavatsky en su libro Isis sin velo:

Al término de cada “año máximo”, como llamaron Censorino y Aristóteles al período de siete saros (el saro tiene 3.600 años. El nero 600 y el soso 60), sufre nuestro planeta una total revolución física. Las zonas glaciales y tórrida cambian gradualmente de sitio; las primeras se mueven poco a poco hacia el Ecuador y la segunda con su exuberante vegetación y su copiosa vida animal, reemplaza los helados desiertos polares. Esta alteración de climas va necesariamente acompañada de cataclismos, terremotos y otras perturbaciones cósmicas. Como quiera que cada diez milenios y cerca de un nero, se altera el lecho del océano, sobreviene un diluvio análogo al del tiempo de Noé. Los griegos daban a este año el sobrenombre de heliaco, pero únicamente los iniciados conocían su duración y demás condiciones astronómicas. Al invierno del año heliaco le llamaban cataclismo o diluvio, y al verano le denominaban ecpirosis. Según tradición popular, la tierra sufría alternativamente catástrofes plutónicas (por el agua) y volcánicas (por el fuego) en estas dos estaciones del año heliaco. Así consta en los fragmentos Astronómicos de Censorino y Séneca; pero tanta incertidumbre hay entre los comentadores acerca de la duración del año heliaco, que ninguno se aproxima a la verdad excepto Herodoto y Lino, quienes respectivamente lo computan en 10.800 y 13.984 años. En opinión de los sacerdotes babilonios, corroborada por Eupolemo, la ciudad de Babilonia fue fundada por los que se salvaron del diluvio, quienes eran hombres de gigantesca talla yedificaron la torre llamada de Babel. Estos gigantes, que eran expertos astrónomos y además habían recibido enseñanzas secretas de sus padres “los hijos del Dios”, instruyeron a su vez a los sacerdotes y dejaron en los templos recuerdos del cataclismo que habían presenciado. De este modo computaron los sacerdotes la duración de los años máximos. Por otra parte, según dice Platón en el Timeo, los sacerdotes helenos reconvinieron a Solón por ignorar que aparte del gran diluvio de Ogyges, habían ocurrido otros igualmente copiosos, lo cual demuestra que en todos los países tenían los sacerdotes iniciados conocimiento del año heliaco.

Los períodos llamados yugas, kalpas, nerosos y vrihaspatis son arduos problemas de cronología que ponen cejijuntos a eminentes matemáticos. El Sâtya–yuga y los ciclos budistas nos asustan con sus cifras. El mahakalpa o edad máxima se remonta mucho más allá de la época antediluviana y su duración es de 4.320.000 de años solares, que se distribuyen como vamos a ver:

En primer lugar tenemos los cuatro yugas siguientes:

1.º Sâtya– yuga ............................................................... 1.728.000 años
2.º Trêtya– yuga ............................................................ 1.296.000 años
3.º Dvâpa– yuga ............................................................. 864.000 años
4º Kali– yuga .................................................................. 432.000 años
--------------------------------------------------------------------------------------------
.......................................................................................4.320.000 años

Estos cuatro yugas constituyen un mahâ–yuga o yuga máximo y setenta y un mahâ–yugas comprenden, por lo tanto, 4.320.000 x 71 = 306.720.000 años. A este cómputo hay que añadir un sandhyâ o duración de los crepúsculos matutino y vespertino, en todo este tiempo, equivalente a un sâtya–yuga o I.728.000 años, con lo que tendremos: 306.720.000 + 1.728.000 = 308.448.000 años o sea el período llamado manvántara. Catorce manvántaras componen 308.448.000 x 14 = 4.318.272.000 años y añadiendo un sandhya tendremos 4.318.272.000 + 1.728.000 = 4.320.000.000 años o sea el Mahâkalpa o edad máxima, según vimos al principio de este cómputo. Como quiera que nos hallamos en el kali–yuga de la época vigésimo–octava del séptimo manvántara, aún nos falta algún trecho que recorrer antes de llegar siquiera a la mitad de la vida del planeta. Estos guarismos no son fantásticos, sino que, por el contrario, derivan de cálculos astronómicos según ha demostrado Davis. Muchos eruditos, entre ellos Higgins, no pudieron averiguar, no obstante sus indagaciones, cuál era el ciclo secreto. Bunsen ha demostrado que los sacerdotes egipcios mantenían en el más profundo misterio las rotaciones cíclicas. Tal vez provenga la dificultad de que los antiguos lo mismo aplicaban el cálculo al progreso espiritual que al material de la humanidad, y así no será difícil descubrir la íntima relación establecida por los antiguos entre los ciclos cronológicos y los de la humanidad, si recordamos la suma importancia que daban a la constante y omnipotente influencia de los planetas en el destino de los hombres. Higgins acertó al suponer que el cielo indo de 432.000 años es la verdadera clave del cielo secreto, pero bien se echa de ver que no fué capaz de descifrarlo, pues este cielo es el más impenetrable de todos, porque atañe al misterio de la creación. Está representado con guarismos simbólicos en el Libro de los números de los caldeos, cuyo texto original no se halla en biblioteca alguna, si acaso se conserva, ya que era uno de los tantos libros de Hermes.

Algunos cabalistas matemáticos y arqueólogos, desconocedores de los cómputos secretos, amplían de 21.000 a 24.000 años la duración del año máximo, pues estaban creídos de que el último período de 6.000 años sólo debía aplicarse a la renovación de nuestro globo. Explica Higgins este error de cómputo, diciendo que la precesión de los equinoccios se efectuaba en 2.000 años y no en 2.160 para cada signo, de lo que suponían en 24.000 años la duración del año máximo dividido en cuatro períodos de 6.000. De aquí debieron proceder, en opinión de Higgins, los prolongadísimos ciclos de los antiguos astrónomos, porque el año máximo, como el año común, estaba trazado por la circunferencia de un inmenso círculo. Esto supuesto, computa Higgins los 24.000 años de la manera siguiente: “Si el ángulo que el plano de la eclíptica forma con el plano del ecuador fue decreciendo gradualmente, como se supone que ocurrió hasta hace poco, ambos planos hubieron de haber coincidido al cabo de 6.000 años. Transcurridos otros 6.000 años, el sol hubiera estado situado respecto del hemisferio sur como ahora lo está respecto del septentrional; después de 6.000 años más, volverían a coincidir los dos planos, y al término de otros 6.000 años se situaría el eje de la tierra en la posición actual. Todo este proceso representa un transcurso de 24.000 años. Cuando el sol llegó al ecuador finalizaría el período de 6.000 años y el mundo quedaría destruido por el fuego, mientras que al llegar al punto meridional, lo habría sido por el agua. De esta suerte tendríamos un cataclismo total cada 6.000 años, o sean diez nerosos.

Este sistema de computación, prescindiendo del secreto en que los sacerdotes tenían sus conocimientos, está expuesto a gravísimos errores y tal fue la causa de que los judíos y algunos cristianos neoplatónicos vaticinaran el fin del mundo a los 6.000 años.También se origina de ello que la ciencia moderna menosprecie las hipótesis de los antiguos, y que se formen algunas sectas, que, como la de los adventistas, viven en continua espera del fin del mundo.

Así como el movimiento de rotación de la tierra determina cierto número de ciclos comprendidos en el ciclo mayor del movimiento de traslación, análogamente cabe considerar los ciclos menores comprendidos en el saros máximo. La rotación cíclica del planeta es simultánea con las rotaciones intelectual y espiritual, igualmente cíclicas. Así vemos en la historia de la humanidad un movimiento de flujo y reflujo semejante a la marea del progreso. Los imperios políticos y sociales ascienden al pináculo de su grandeza y poderío para descender de acuerdo con la misma ley de su ascensión, hasta que llegada la sociedad humana al punto ínfimo de su decadencia, se afirma de nuevo para escalar las próximas alturas que por ley progresiva de los ciclos son ya más elevadas que las que alcanzó en el cielo anterior.

Las edades de oro, plata, cobre y hierro no son ficción poética. La misma ley rige en la literatura de los diversos países. A una época de viva inspiración y espontánea labor literaria, sigue otra de crítica y raciocinio. La primera proporciona materiales al espíritu analítico de la segunda.

Así, todos aquellos caracteres que gigantescamente despuntan en la historia de la humanidad, como Buda y Jesús en el orden espiritual y Alejandro y Napoleón en el material, son reflejadas imágenes de tipos humanos que existieron miles de años antes, reproducidos por el misterioso poder regulador de los destinos del mundo, y por ello no hay personaje histórico eminente sin su respectivo antecesor en las tradiciones mitológicas y religiosas, entreveradas de ficción y verdad, correspondientes a pasados tiempos. Las imágenes de los genios que florecieron en épocas antediluvianas se reflejan en los períodos históricos, como en las serenas aguas del lago la luz de la estrella que centellea en la insondable profundidad del firmamento.

Siempre ha sido el mundo ingrato con sus hombres insignes. Florencia ha levantado una estatua a Galileo, y apenas si se acuerda de Pitágoras. Al primero le sirvieron de segura guía las obras de Copérnico, que hubo de luchar contra la general preocupación del sistema de Ptolomeo; pero ni Galileo ni los astrónomos modernos han descubierto la verdadera posición de los planetas, porque miles de años antes la conocían los sabios del Asia central, de donde trajo Pitágoras el definido conocimiento de esta verdad demostrada. Dice Porfirio que los números de Pitágoras son símbolos jeroglíficos de que se valía el ilustre filósofo para explicar las ideas relativas a la naturaleza de las cosas. De esto se infiere que para investigar su origen, hemos de recurrir a la antigüedad. Así lo corrobora acertadamente Hargrave Jennings en el siguiente pasaje:

“¿Sería razonable deducir que los apenas creíbles fenómenos físicos llevados a cabo por los egipcios fueron efecto del error en una época de tan floreciente sabiduría y de facultades prodigiosas en comparación de las nuestras? ¿Acaso cabe suponer que los numerosísimos pobladores de las márgenes del Nilo laboraron estúpidamente en tinieblas, que la magia de sus hombres eminentes era impostura y que sólo nosotros, los que menospreciamos su poderío, somos los sabios? ¡No por cierto! Hay en aquellas antiguas religiones mucho más de lo que pudiera suponerse, a pesar de las audaces negaciones del escepticismo de estos descreídos tiempos… Así vemos que es posible conciliar las enseñanzas paganas con las clásicas, las de los gentiles con las de los hebreos y las cristianas con las mitológicas en la común creencia basada en la Magia, cuya posibilidad informa la moral de esta obra”.

Isis sin velo Tomo I HELENA PETROVNA BLAVATSKY